lunes, 14 de diciembre de 2009

Personas y personalidades / San Luis - Argentina

El artista del lienzo y la pomada





Jorge “El Gato” Díaz es un hombre de 51 años, de pelo castaño, ojos claros muy llamativos y de manos teñidas de negro, fruto de su trabajo como lustrabotas. Actualmente realiza su labor en una de las esquinas de la Plaza Pringles, y con la alegría que lo identifica hace amigos en cada conversación. Oriundo de Serrezuela, Córdoba, llegó a San Luis hace casi un año; está orgulloso de su oficio y del amor que recibe de los sanluiseños, que tan amablemente lo acogieron. Jorge realizó trabajo comunitario en la provincia de La Rioja y siempre se interesó por ayudar a los más necesitados.


¿Cómo fue su infancia?

Muy dura, faltaba dinero en mi casa y tuve que salir a la calle a trabajar a los 8 años como lustrabotas, pero me empezó a gustar la vida en la calle, la plata y otras cosas que conocí. A los 9 años me fui de mi casa; vivía en un pequeño pueblo de Córdoba, Serrezuela, y tomé la decisión de subirme a un tren, sin saber su destino. Llegué a Córdoba Capital y cuando me bajé del tren me quedé helado al ver tantos edificios y autos que me atormentaban. Desde entonces me empecé a manejar solo; dormía en las plazas, debajo de los banquitos, y sobrevivía con mi trabajo. Mi familia me buscó durante mucho tiempo. Cuando cumplí 18 años regresé a mi hogar y mi madre pasó un día entero llorando, porque pensaba que estaba muerto, que algo me había pasado en la calle.


¿Cómo nace el oficio de lustrabotas?

Todo empezó como una travesura en mi pueblo; al ver la necesidad en mi casa decidí ayudar a mi madre porque teníamos muchos problemas económicos. Con el tiempo se hizo costumbre y aprendí a darle mucho amor a este trabajo. Tengo 43 años arriba del cajón con el que trabajo todos los días y siento un gran orgullo de lo que estoy haciendo (mientras miraba nostálgico su cajón).


¿Por qué lo llaman “El Gato”?

Lustrando botas, de grande, en un tiempo las cosas no andaban bien y decidí hacer almanaques para ver si promocionando un poco el oficio podía conseguir clientes. Días antes de mandar a hacer los almanaques apareció un gato en el lugar donde trabajaba, y ese día todo empezó a salir bien, llovían los clientes y todo marchaba sobre ruedas. Hice los almanaques con un slogan que decía: Lustrabotas El Gato, el doctor de tus zapatos, eso pegó mucho y desde entonces lo uso para sacar avisos en el diario. Ese gato se quedó mucho tiempo, venia a la esquina cada vez que llegaba con mi cajón; luego me lo llevé a mi casa y estuvo conmigo hasta que murió.


¿Qué logros ha conseguido gracias a su trabajo?


Los logros más hermosos los consigo a diario, en cada charla con la gente; el poder conversar con varios que pasan por la esquina en la que estoy me hace feliz. Puedo entablar una relación de casi amistad con mis clientes, con los jóvenes que se acercan; siento que me aprecian y para mi eso muy importante (sonriendo).


¿Qué actividades realiza en su tiempo libre?

Mi diversión es trabajar en mi casa. Tengo el sueño de todo ser humano digno que es tener mi hogar, un bienestar; no tomo ni fumo por eso creo que termino dedicándome a pleno cada fin de semana en arreglar mi casa, quiero verla bonita y que los demás también la vean de igual manera alguna vez.
Cuando era más joven, me acuerdo, salía a jugar a la pelota los domingos con amigos en La Rioja; por ahí también nos juntábamos y salíamos a correr o trotar, la idea era matar esos tiempos libres que teníamos de manera sana, terminábamos algunas tardes en la pileta como varios de los jóvenes del pueblo (cepillo y pomada en mano).


En su paso por La Rioja realizó trabajo comunitario ¿de dónde nace esa necesidad de ayudar a la gente?

Llegué a La Rioja a mis 26 años y me quedé ahí hasta que decidí venir a San Luis. Estoy muy agradecido de esa provincia por que allí logré mis objetivos, dejé vástagos, mis hijos y mis nietos quedaron allá.
Tuve un comedor comunitario e inclusive en la actualidad hay un grupo de danzas folklóricas que se llama Rincón de Alegría que lo creamos hace muchos años; he creado una placita de barrio también con mucho esfuerzo de los vecinos del lugar.
Trabajé con muchos niños, creo que lo hice por mi falta de niñez, porque no tuve una Navidad ni un Día del Niño o un juguete, que para muchos niños que tienen a sus padres lo ven como algo común. Toda la niñez que me perdí cuando era chico la viví de grande, con otros niños.
En los primeros tiempos el comedor funcionaba en barrio La Florida, en la calle Waky y últimamente en el barrio Los Obreros, en las calles Homero Coronel Monte y Ricardo Quiroga. En mi casa les dábamos la merienda y algunas veces el almuerzo a los chicos; en el comedor se dictaban clases de danza, dactilografía, apoyo escolar e inglés. Todo se terminó con la crisis económica del 2001, no pudimos ayudar más a los chicos como queríamos, todo se volvió cada vez más difícil, hasta que llegó a su fin.


¿Recibía ayuda del Gobierno para mantener el comedor?

Todo lo que hice fue sin ayuda del gobierno ni sectores políticos, todo lo hice con amor y en compañía de algunos profesionales que se acercaron desinteresadamente para darnos una mano; me siento muy orgulloso de todo esto porque creo que a La Rioja le devolví lo que me dio en el lapso de 20 años que estuve ahí.
Un día lustrando en La Rioja aparecieron dos mujeres y una de ellas me dijo “le presento a su nieto” mientras me mostraba el rostro de su bebé, eso me pone muy orgulloso; ser un papá postizo o del corazón te devuelve el amor que les brindaste cuando chicas a esas mujeres, ahora casadas y que crían a sus hijos con el mismo amor que uno les dio en su niñez.


¿Qué lo motivó a venir a San Luis?

La idea de venir a San Luis nació en febrero del 2009 porque en La Rioja el trabajo andaba mal. Mi intensión era irme de La Rioja; durante varios días iba a trabajar y no hacia nada, me sentaba a esperar clientes y gastaba lo poco que tenia en el colectivo innecesariamente. Un día conversando con un amigo sobre mi situación él me dijo: “si te queres ir al sur vas a lustrar pingüinos; si queres trabajo anda a San Luis”. Escuchar a mi amigo me hizo bien, me contó que la gente de esta provincia es muy comunicativa y sociable. Me vine sin conocer a nadie, no sabia donde estaba parado.
El 27 de Febrero hice el cambio de domicilio pero seguía extrañando mi lugar y mi gente; estaba 15 días acá y 15 en La Rioja, hasta que el 23 de julio me quedé definitivamente en San Luis.


¿Cómo fue el primer día en San Luis?

Llegué un domingo; la primera noche dormí en la terminal y durante la madrugada me congelé por el frió que sentía, corría el famoso viento chorrillero recuerdo. El lunes por la mañana saqué permiso en la municipalidad para poder estar en la esquina de la plaza y hacer mi trabajo sin problemas; me recibieron muy bien y me dijeron que a los lustrabotas no se les cobra ni tampoco se los molesta.
Mi primer día fue bueno, porque el lustrar botas es una tradición de nuestro país o de las ciudades; acá en San Luís un poco se ha perdido, pero por suerte nadie molesta a los que lustramos zapatos para ganarnos la vida.
Los primeros tiempos anduve durmiendo donde me agarraba la noche, hasta que conocí a un hombre que por aquel entonces era un desconocido; este hombre con el tiempo me cedió un lote en el barrio Eva Perón y es allí donde actualmente vivo, mi casa.


¿Quiénes son sus amigos de San Luís, como es su relación con ellos?

La verdad que hace poco estoy en la provincia pero he conocido a mucha gente que me ayuda y me saluda cuando pasa por esta esquina, pero la palabra amigos implica muchas cosas. Podría decir que en esta provincia no tengo amigos todavía, pero si muy buenos conocidos. El tiempo dirá si esos conocidos en realidad me aprecian como yo a ellos, seremos amigos más adelante seguramente. Me hacen sentir bien cuando me saludan desde la vereda del frente, cuando levantan su mano para que los vea, eso me recuerda mucho a mi gente de La Rioja. Siento que la gente está a mi entera disposición, eso solo se consigue con el respeto.


¿Cuál seria el consejo para los padres que tienen hijos que trabajan desde muy pequeños en la calle?

Muchas veces los padres explotan a sus hijos, pero también muchas veces los chicos salen por la necesidad de ayudar en la casa. No es denigrante trabajar, pero seria bueno que aquel que decida lustar zapatos o juntar cartón lo haga siendo hombre; toco el cielo con las manos porque dios me dio la oportunidad de salir adelante desde chico, pero se pierden muchas cosas, se pierde la niñez y eso es muy valioso y muchas veces irrecuperable.
Actualmente existen muchos peligros en la calle, porque los padres de alguna manera dan pie para que los chicos se encuentren con la droga o la delincuencia, eso es malo y tu vida se transforma en un infierno.


El “Gato” Díaz toma cada vez más protagonismo en las calles de la ciudad de San Luis a través de sus versos, piropos y saludos cordiales llenos de optimismo. De un carisma incomparable, Jorge reconoce que la felicidad la consigue a través del cariño de todos aquellos que se acercan a la esquina de todos los días, San Martin y Pringles, en la que pasa la mayor parte del día. Su jornada empieza a las ocho de la mañana, se detiene al mediodía para volver a su casa y a las cuatro de la tarde regresa a su puesto para continuar con su tarea de sembrar alegría y optimismo en sus clientes como forma de agradecimiento.





Un arte callejero

Lustrar zapatos es para algunos solo un trabajo elegido por aquellos que no tienen otra salida laboral; pero para los que se colocan cada día en el lugar donde asientan su cajón, cepillos, pomadas y lienzos, es un arte; cada zapato que se lustra es una obra, la manifestación de años de experiencia. Tan tradicional como antiguo en varias ciudades del mundo, el oficio de lustrabotas no es para cualquiera, se reserva para los artistas de la pomada.
El arte, según Jorge “El Gato” Díaz, esta en el trabajo de lustrar zapatos; el esmero que este hombre pone en cada una de las pasadas que da a los zapatos de sus clientes deja pintado el compromiso y el gusto de trabajar sin presiones ni apuros. La mayoría de los clientes son hombres, seguramente por tradición, pero en San Luis algunas mujeres se detienen a lustrar sus botas en el invierno, antes de ir al trabajo.

Jorge sostiene que no le hubiese gustado trabajar en otra cosa porque no le gusta tener patrones; él es su patrón, empleado y obrero, se felicita y se reta a si mismo todos los días. Asegura que estando en San Luis aprendió muchas cosas valiosas que se las debe a su trabajo, como conocer personas y vivencias que de haber estado trabajando en otro lugar o en otro oficio nunca hubiese tenido oportunidad de escuchar.
En San Luis, dos son los lustrabotas mas conocidos en el centro de la cuidad, quizá algunos ya no trabajen en lo mismo o simplemente hayan decidido emprender viaje hacia otro lugar. La ubicación influye mucho en este oficio, es común ver lustrabotas en las esquinas de importantes bancos y tradicionales confiterías. Otra característica que llama la atención es que en la ciudad no hay mujeres lustrabotas, mientras que en grandes ciudades como Buenos Aires o Bogotá el género femenino realiza esta tarea normalmente.
Existe una tendencia a juzgar de vagos a las personas que dedican su vida a limpiar zapatos ajenos. La discriminación social forma parte del diario vivir de los lustrabotas; algunas veces por parte de sus clientes y otras por parte del sistema que los excluye, dejándolos a la intemperie en medio de la crisis.

En las calles, el encuentro con figuras reconocidas de la provincia no es extraño para muchos; Jorge recuerda el día en que lustro los zapatos del senador Adolfo Rodríguez Sáa; “miro el cajón y me dijo que era muy bonito. Adolfo me preguntó de donde era y le conté un poco de mi vida”. El encuentro sucedió cuando “El Gato” recién llegaba a la provincia; Rodríguez Sáa le dio una cálida bienvenida mientras dejaba sus zapatos en manos del que sabe. “Lustrar a un senador o a un diputado no es fácil, en esa oportunidad tomé la opción de no cobrarle por mi servicio y se ofendió; me dijo que si venia a trabajar no le tenia que regalar nada a nadie”, recuerda el amistoso lustrabotas.





“Me gusta expresarme libremente”

Desde muy joven, Jorge “El Gato” Díaz escribe poesías dedicadas a los niños. A través de la palabra, intenta dejar su huella en la vida de los más cercanos. Se preocupa por crear escritos que puedan servir de guía para futuros hombres y mujeres de esta sociedad que se percibe plagada de prejuicios y marginalidad. Es a través de su experiencia en las calles que este hombre de 51 años dedica sus días a pensar las formas de contribuir para que los niños que lo rodean tengan una infancia feliz.

“Escribo poesías que salen de mi corazón; mi paso por la escuela llegó solo hasta el tercer grado, el cual no alcance a terminar, pero me siento muy bien cuando puedo plasmar en un papel lo que siento. Escribo para los niños, son ellos los dueños de varios de mis versos, simples pero con profundo amor” contó Jorge.

Como todo artista, “El Gato” no deja de lado la escritura dedicada a las mujeres que pasaron por su vida; recuerda algunas de sus experiencias junto a las que adornaron su camino con caricias y engaños. Amores intensos y eternos, amores fugases y hermosos que permiten la inspiración de un poeta tan enamorado de las mujeres como de las palabras bonitas. Aunque él lo niega, entre sonrisas tramposas y palabras que desvían el tema, es el conquistador de la esquina en la que trabaja; es común ver como mujeres de todas las edades se detienen a charlar con Jorge por las mañanas mientras esperan que abran los comercios de la zona en los que trabajan “las chicas” como les dice él.

“No solo escribo, me gusta expresarme libremente, tanto es así, que tuve un programa en Radio Nacional La Rioja que se llamaba Con el corazón en la calle, un proyecto que encaré con Kike Neira, un gran locutor”. En el programa, junto con sus colaboradores, trataban temas relacionados con la droga, la delincuencia, la prostitución y la vida en la calle. La gente se acercaba a los conductores a través de llamados telefónicos y cartas en las que contaban con detalles la historia de su vida, siempre atravesadas por necesidades de contención, amor y comprensión. Hombres y mujeres de La Rioja y de varias partes del país, que por alguna jugada del destino estaban escuchando el programa a la hora y el día indicado encontraron en Jorge el mejor ejemplo para no bajar los brazos ante tanta incertidumbre y tristeza; “eran personas con hambre de espiritualidad y amor” sostiene “El Gato”, mientras baja su mirada como recordando alguna historia.

Tener el don de comunicar aquello que los sentimientos mas sinceros nos hacen comprender en las emociones no es para todos, se reserva para aquellos que vuelcan en su habla, en sus manos y en su andar las destrezas con las que hacen frente a la vida; este es un don innegable en la personalidad de Jorge “El Gato” Díaz.


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